Girona, emociona y enamora
Texto y fotografías por: rebeca blázquez
Hoy me has vuelto a venir a la cabeza. Sí, otra vez, como casi cada día. Tú y tus calles medievales que tantas veces pisé y en las que inimaginables leyendas descubrí. Imposible aburrirse de ellas. Tú, con tu infinito cantar de los pájaros en el parque de la Devesa o de los juguetones patos en el parque del Migdia. De tu gente paseando por la calle, amables, felices... De tus infinitas escaleras que tanto me hicieron exhalar. De tu río Oñar, con poco caudal pero que las carpas nunca abandonan, por algo será. De tus casas colgantes de colores a la orilla de él, dándole luz a la ciudad. De tus pequeñas librerías, sí, de las de antes. De tus rincones evocadores y de tus iglesias románicas, góticas, barrocas... De tu imponente catedral ecléctica presidiendo la ciudad, atenta a todo lo que la rodea. De tu muralla y sus jardines, abrazando y protegiéndola sin cesar… Me pierdo en ti, una y otra vez.
Pocos son los que se paran a recorrerte, a observarte. Andan por tus calles con prisas y de paso, esperando impacientes su llegada a otro lugar, a su destino final. Lo que ellos en realidad no saben es que hay que vivirte con tranquilidad, así es como te mereces. Y aunque mayormente los hermanos Roca y Juego de Tronos te están dando cada vez más nombre, sigues siendo una pequeña gran desconocida.
Esta semana te visten de gala. Como cada año para estas fechas, llena de flores, estarás más radiante que nunca mostrando a todos tus secretos mejores guardados. No obstante, tus calles se transformarán en largas colas, largas esperas… Masificada, los visitantes intentarán retratar cada esquina, sin dejarte respirar tranquila hasta que caiga la noche. Será entonces cuando podrás descansar, hasta el día siguiente… ¿Su experiencia? Ni por asomo tan placentera como lo sería una semana cualquiera.
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Egoístamente pensando, a mí ya me va bien que sea así. Que vengan y se vayan. Que no se emocionen ni se enamoren de ti (o que lo hagan muy superficialmente), y que así me dejen disfrutarte cada instante. Que no distorsionen mi placer de saborearte. Aunque sé que tengo (y en realidad quiero) compartirte, porque se me llena la boca y se me iluminan los ojos cada vez que hablo de ti: la más bonita, siempre repito.
Más no sólo eres tú, sino también tus fieles acompañantes. Los pueblos pesqueros de la Costa Brava y sus pequeñas calas de agua cristalina. Las majestuosas montañas y extensos valles de los Pirineos y el valle de Llémena. Los volcanes de la Garrotxa, dormidos y pacientes junto con sus pozas que nos invitan a bañarnos cada verano aún y sus heladas aguas. O tu exquisita gastronomía creada de la maravillosa mezcla entre mar y montaña. Privilegiada eres, y muy pocos lo saben.
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Y es que sí, te echo de menos. A ti y a esos cielos rojizos que me regalabas cada atardecer. A ti y a tus puentes que nos trasladan a otro mundo. Incluso a ti y a ese frío de invierno que tanto llegué a odiar cualquier día de enero de buena mañana.
¿Y sabes que es lo mejor de todo? Que no me hizo falta marcharme para darme cuenta todo lo que me diste, todo lo que me enseñaste y lo que, estoy segura, me seguirás enseñando.