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Media Luna: Una fase desconocida

Texto y fotografías por: Carolina Prado

Pequeñas gotas de sudor, lentamente y sin cesar, recorrían nuestros rostros. Cuarenta grados a la sombra y la sensación térmica, mejor no recordarlo. El camino se hacía interminable. El sol por esconderse y Media Luna por descubrir.

 

Dejábamos atrás el paisaje árido y desolado del pueblo fantasma “Real de Catorce” para encontrarnos con el siguiente destino en la ruta por la Huasteca Potosina, región natural y cultural que atraviesa la Sierra Madre Oriental en México. Imponentes montañas tapizadas de verde nos abrían paso a uno de los paraísos mexicanos mejor resguardados, la laguna de la Media Luna.

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Poca luz y nulas ganas, un camping por armar y mucho que descansar.

7:08 am: Algunos rayos de sol atravesaban la tienda de campaña, un silencio ideal que invitaba a continuar el sueño. Pero, ¿Dormir una hora más? Definitivamente, permiso no concedido.

Cambiar la alarma del móvil por el canto de los pájaros. La ducha convencional por el nado en una terma natural. Así es amanecer al pie de la laguna. 

Un paraje repleto de flora y fauna endémica como peces y tortugas de agua dulce, llamativas aves que pasean por el lugar y un singular pato buzo que te incita a zambullirse con él. Sus transparentes aguas permiten una visibilidad de hasta 30 metros, cristalinamente perfectas para los amantes de actividades acuáticas como snorkel y buceo.

Sin dejar de lado la conservación de su ecosistema es un área natural protegida que cuenta con amplios espacios de esparcimiento y recreación. 

Mediodía y la temperatura incrementaba nuevamente, poco a poco, la idea de zambullirse con los patos no era mala. Una mezcla entre intensos  azules y verdes, una mezcla entre nenúfares y peces. Es sentirte tan diminuto. Es sentirte una especie más del lugar.

Senderismo, ciclismo, en kayak, leyendo un libro o a la luz de una fogata. Media Luna es de esos lugares perdidos que pocos conocen pero todos quieren regresar. Llena de secretos y misticismo con una paz que te atrapa para no dejarte escapar.

 

La tarde caía. Cuarto menguante, creciente o llena, la luna aparecía una noche más. Allí entre curvas, abismos y enigmáticos rincones potosinos, la ruta debía continuar.

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