Sant Miquel del Fai: un paraje recóndito
Texto: Marc Galván
Fotografías: Diana Sanjinés
Hay pocos sitios como Sant Miquel del Fai. Uno de los santuarios de culto más antiguos de Cataluña con cientos de años entre sus paredes y que guarda un monasterio, habitado por monjes benedictinos hasta 1567, en el que se encuentran grandes detalles que nos brinda la naturaleza. Pasear por debajo de una cascada, visitar una iglesia construida en la misma roca o entrar en una cueva al lado de un saliente, son algunos de los secretos que te permite descubrir este espacio natural.
Este rincón se esconde en los Cingles del Bertí, situados en la comarca del Vallès Oriental, y en un mirador desde el que se puede contemplar el valle donde se dibujan las aguas calmadas del río Tenes con su frescura ambiental y todo su esplendor de tonos verdes y marrones.
Para deleitarse de todo aquello que lo rodea, se puede subir andando por varias rutas que hay marcadas por la zona y por las que caminas mientras disfrutas de un paisaje que enamora y de una naturaleza que te acompaña siempre. Los àrboles y los arbustos verdes se mezclan con las paredes de roca rojiza características de los riscos creando, así, un contraste de colores único.
Existe un pequeño itinerario apto para todas las edades, de una hora de subida y una hora más de bajada a ritmo tranquilo. Es un sendero que sale de la población vecina de Riells del Fai y acaba en el mismo santuario de Sant Miquel del Fai, pasando por caminos rurales de tierra y por pequeñas sendas que te llevan al lado del angosto valle y por algunos tramos de altura por los que merece la pena pasar y disfrutar de las vistas. Incluso, hacer paradas para contemplar tranquilamente aquello que se levanta ante nuestros ojos.
Empezamos el recorrido por un camino de tierra rodeado de olivos, casitas y alguna masia. Vamos por este bonito tramo hasta llegar a una indicación que te indica que Sant Miquel del Fai se encuentra al final de una vía estrecha llena de curvas que resigue el valle lleno de rocas y vegetación. Durante el camino es frecuentre encontrarse con otros excursionistas, locales y extranjeros, que disfrutan del recorrido o, incluso, practican running por la montaña.
Cuando avanzamos, al final podemos ver en el horizonte y en la misma pared rocosa, el monasterio de Sant Miquel del Fai y, solo con un vistazo, ya nos damos cuenta de que vale la pena subir bajo el resplendor del sol y el asifixante calor.
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Una vez allí, contemplamos la espectacularidad del pequeño valle conocido únicamente por los habitantes de la zona. La Vall del Tenes se expande desde Sant Miquel del Fai ante los ojos de los presentes mostrando una gran belleza y, a la vez, sencillez.
Lo más bonito de este rincón es que no solo se disfruta al llegar, sino que durante todo el trayecto uno se puede perder y dejar encantar por todo aquello que le rodea. Aunque digan que es imposible escuchar el silencio, aquí es una realidad hasta que es interrumpido por el cantar de los pájaros y el sonido del agua al bajar por la cascada.
En definitiva, un lugar del todo recomendado para los amantes de la naturaleza, de los sitios poco conocidos y de la calma y la inmensidad que te aporta este paraíso de la Cataluña Pre Litoral.